Las campañas de concientización y prevención se replican en toda la Argentina en medio de un aumento de casos de dengue que causa preocupación y ocupación de las autoridades sanitarias, a lo largo y ancho del territorio nacional. En medio de ese contexto, en la última semana Tucumán registró más de 100 casos nuevos, sumando 173 positivos en el último mes de los 71 de hace siete días.
En 2023, a esta altura del año, recién estaba bajo análisis el primer caso autóctono en la provincia, por lo que el dato no es alentador; el panorama se replica también a nivel nacional. Según el Boletín Epidemiológico del Ministerio de Salud, en las últimas semanas hubo un incremento de casi el 28% en el total de casos registrados. Los pacientes pasaron de 17.540 a 22.394. En el informe nacional se remarcó que de estos positivos, 21.450 son de origen autóctono, 600 son importados y los 346 restantes se encuentran bajo investigación.
“En nuestra provincia está circulando el virus del dengue 1 y 2, y eso nos obliga a extremar los cuidados. Esto es muy importante porque sabemos que por el virus, en la medida que aumente la cantidad de poblaciones involucradas, pueden aparecer pacientes con enfermedad grave”, comentó el ministro de Salud Luis Medina Ruiz en la última sala de situación epidemiológica.
En busca de evitar grandes epidemias como la ocurrida a inicios del año pasado, la ciencia argentina y tucumana no se ha quedado quieta y sus expertos desplegaron todos sus conocimientos en los últimos meses para crear herramientas que ayuden a la población y al Estado a combatir el virus transmitido por el mosquito Aedes aegypti.
Así nació un biolarvicida que empezó a usar solo días atrás el Ministerio de Salud de la Provincia, y las ovotrampas, con las que el municipio de Yerba Buena busca crear políticas sanitarias a largo plazo que ayuden a prevenir el crecimiento de las larvas de los mosquitos transmisores del mal.
“El biolarvicida se basa en una bacteria que cuando esporula produce unas esporas que luego generan una toxina que afecta a las larvas afectando su viabilidad”, explicó en declaraciones a LA GACETA el director del Conicet NOA Sur, Augusto Bellomio, a la vez que destacó que es inocuo para la salud de humanos y animales.
Por primera vez, el producto se usó hace exactamente una semana en Villa Muñecas, donde se realizó un operativo focal por un caso positivo de dengue; al respecto, desde Salud se detalló que el producto será usado en lugares donde es muy difícil o imposible eliminar posibles criaderos de mosquitos, como basurales a cielo abierto, en algunas zonas donde tienen cacharros difíciles de sacar o donde las personas no quieren erradicarlos.
“Lo que buscamos optimizar en la provincia, es descubrir en qué circunstancias va a ser más efectivo su uso y cuánto tiempo debe pasar entre aplicaciones sucesivas para que no pierda la actividad”, indicó Bellomio
Y añadió: “Todo esto se relaciona también al tema de las lluvias o el lugar donde se aplica; además del tamaño de los posibles contenedores que son los lugares donde se acumula el agua y pueden crecer las larvitas”.
La encargada de este proyecto fue la doctora Josefina Racedo de INTA NOA, que es una unidad ejecutora entre el Conicet y la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres.
En Yerba Buena, en tanto, un proyecto que empezó hace algunos años en manos de las investigadoras Giselle Rodríguez y Gabriela Quintana, hoy es continuado por la licenciada en Ciencias Biológicas de la Facultad de Ciencias Naturales de la UNT y becaria del Conicet, Mariana Baricco, quien detalló cómo su trabajo con ovitrampas está ayudando a la ciudad jardín a mantener los focos de dengue controlados y a erradicar nuevos.
“Se colocan estas ovitrampas, que son frasquitos de plásticos rellenos con agua, en distintos lugares del municipio como viviendas, cementerios, basurales, canales y en espacios verdes como plazas de distintos tamaños”, añadió.
“En esos frascos hay un papel de madera que es donde el mosquito deposita sus huevos. Entonces después de una semana yo retiro el papel y puedo contar la cantidad de huevos que ponen los Aedes en los distintos puntos de la ciudad. Este estudio siempre dura una semana para evitar que ese huevo eclosione y se transforme en adulto”, afirmó la experta y remarcó: “no queremos criar más mosquitos, sino contar cuántos huevos ponen”.
¿Qué se busca? “Determinar la cantidad de huevos que hay, en dónde crecen más, por qué motivos y empezar a entender e hilar relaciones entre los sitios de muestreo, las condiciones climáticas y otros factores que determinan la presencia de los mosquitos”, indicó Baricco.
Aunque la mayoría de esos objetivos son a largo plazo, en la actualidad los datos ya se traducen en acciones concretas. “Para el municipio es valiosa esa información porque, por ejemplo, veníamos registrando números altísimos de huevos en una plaza que tiene en frente una escuela. Ese lugar educativo, al estar de vacaciones, estaba cerrado y en la plaza había basura, pastos altos, ruedas de autos; por lo que se avisó al municipio y las autoridades intervinieron y limpiaron ambos lugares. Así, esta semana el número de huevos bajó drásticamente”, ilustró la licenciada.
En este proyecto interviene la Secretaría de Medio Ambiente y el área de Salud de Yerba Buena, reflejado en agentes socio sanitarios cuya labor Barrico quiso destacar. “La mayoría son mujeres que pertenecen a ese proceso, pero están trabajando en los CAPS o el Hospital Carrillo. Son todas muy capaces; conocen los barrios y a la gente y saben cómo hablar y cómo transmitir los mensajes de prevención que por ahí a los científicos nos cuesta un poco”, sentenció (Producción periodística: Ariane Armas).